jueves, 31 de enero de 2013

Sal 40, 5 Feliz el que pone en el Señor toda su confianza



(Sal  40, 5) Feliz el que pone en el Señor toda su confianza    


5 ¡Feliz el que pone en el Señor toda su confianza, y no se vuelve hacia los rebeldes que se extravían tras la mentira!  

 (C.I.C 150) La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado. En cuanto adhesión personal a Dios y asentimiento a la verdad que él ha revelado, la fe cristiana difiere de la fe en una persona humana. Es justo y bueno confiarse totalmente a Dios y creer absolutamente lo que él dice. Sería vano y errado poner una fe semejante en una criatura (cf. Jr 17,5-6; Sal 40,5; 146,3-4). 

miércoles, 30 de enero de 2013

Sal 40, 2 Esperé confiadamente en el Señor



(Sal  40, 2) Esperé confiadamente en el Señor 

2 Esperé confiadamente en el Señor: él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.

(C.I.C 2657) El Espíritu Santo nos enseña a celebrar la liturgia esperando el retorno de Cristo, nos educa para orar en la esperanza. Inversamente, la oración de la Iglesia y la oración personal alimentan en nosotros la esperanza. Los salmos muy particularmente, con su lenguaje concreto y variado, nos enseñan a fijar nuestra esperanza en Dios: "En el Señor puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor" (Sal 40, 2). "El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo" (Rm 15, 13).

martes, 29 de enero de 2013

Sal 39, 9 líbrame de todas mis maldades



(Sal  39, 9) líbrame de todas mis maldades 

9 líbrame de todas mis maldades, y no me expongas a la burla de los necios. 10 Yo me callo, no me atrevo a abrir la boca, porque eres tú quien hizo todo esto. 11 Aparta de mí tus golpes: ¡me consumo bajo el peso de tu mano! 12 Tú corriges a los hombres, castigando sus culpas; carcomes como la polilla sus tesoros: un soplo, nada más, es todo hombre.
 (C.I.C 1488) A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado y nada tiene peores consecuencias para los pecadores mismos, para la Iglesia y para el mundo entero. (C.I.C 1489) Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás. (C.I.C 1490) El movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar. La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina. (C.I.C 1492) El arrepentimiento (llamado también contrición) debe estar inspirado en motivaciones que brotan de la fe. Si el arrepentimiento es concebido por amor de caridad hacia Dios, se le llama "perfecto"; si está fundado en otros motivos se le llama "imperfecto".       

lunes, 28 de enero de 2013

Sal 38, 5 me siento ahogado por mis culpas



(Sal  38, 5) me siento ahogado por mis culpas 

5 me siento ahogado por mis culpas: son como un peso que supera mis fuerzas.

(C.I.C 1502) El hombre del Antiguo Testamento vive la enfermedad de cara a Dios. Ante Dios se lamenta por su enfermedad (cf. Sal 38) y de Él, que es el Señor de la vida y de la muerte, implora la curación (cf. Sal 6,3; Is 38). La enfermedad se convierte en camino de conversión (cf. Sal 38,5; 39,9.12) y el perdón de Dios inaugura la curación (cf. Sal 32,5; 107,20; Mc 2,5-12). Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal; y que la fidelidad a Dios, según su Ley, devuelve la vida: "Yo, el Señor, soy el que te sana" (Ex 15,26). El profeta entrevé que el sufrimiento puede tener también un sentido redentor por los pecados de los demás (cf. Is 53,11). Finalmente, Isaías anuncia que Dios hará venir un tiempo para Sión en que perdonará toda falta y curará toda enfermedad (cf. Is 33,24).    

domingo, 27 de enero de 2013

Sal 35, 1 Que sean como la paja ante el viento



(Sal  35, 1) Que sean como la paja ante el viento 

5 Que sean como la paja ante el viento, mientras el Angel del Señor los arrastra;
(C.I.C 304) Así vemos al Espíritu Santo, autor principal de la Sagrada Escritura atribuir con frecuencia a Dios acciones sin mencionar causas segundas. Esto no es "una manera de hablar" primitiva, sino un modo profundo de recordar la primacía de Dios y su señorío absoluto sobre la historia y el mundo (cf. Is 10, 5-15; 45, 5-7; Dt 32, 39; Si 11, 14) y de educar así para la confianza en Él. La oración de los salmos es la gran escuela de esta confianza (cf. Sal 22; 32; 35; 103; 138 y en otros lugares).

sábado, 26 de enero de 2013

Sal 34, 8 El Angel del Señor acampa en torno de sus fieles



(Sal  34, 8) El Angel del Señor acampa en torno de sus fieles   

8 [Jet] El Angel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra. 

(C.I.C 336) Desde su comienzo (cf. Mt 18, 10) a la muerte (cf. Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf. Sal 34, 8; 91, 1013) y de su intercesión (cf. Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida" (san Basilio Magno, Adversus Eunomium 3, 1: PG 29, 656). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.