viernes, 30 de septiembre de 2011

2Pd 1, 20 Nadie puede interpretar por cuenta propia una profecía

(2Pd 1, 20) Nadie puede interpretar por cuenta propia una profecía

[20] Pero tengan presente, ante todo, que nadie puede interpretar por cuenta propia una profecía de la Escritura.

(C.I.C 81) "La Sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo". "La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación" (Dei verbum, 9). (C.I.C 82) De ahí resulta que la Iglesia, a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación "no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así las dos se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción" (Dei verbum, 9). (C.I.C 84) "El depósito" (cf. 1Tm 6,20; 2Tm 1,12-14) de la fe (depositum fidei), contenido en la Sagrada Tradición y en la Sagrada Escritura fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia. "Fiel a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica y en la unión, en la eucaristía y la oración, y así se realiza una maravillosa concordia de pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida" (Dei verbum, 10). (C.I.C 85) "El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo" (Dei verbum, 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma. (C.I.C 86) "El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído" (Dei verbum, 10).

jueves, 29 de septiembre de 2011

2Pd 1, 19 Lámpara que brilla en un lugar oscuro

(2Pd 1, 19) Lámpara que brilla en un lugar oscuro

[19] Así hemos visto confirmada la palabra de los profetas, y ustedes hacen bien en prestar atención a ella, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y aparezca el lucero de la mañana en sus corazones.

(C.I.C 556) En el umbral de la vida pública se sitúa el Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración. Por el bautismo de Jesús "fue manifestado el misterio de la primera regeneración": nuestro bautismo; la Transfiguración "es es sacramento de la segunda regeneración": nuestra propia resurrección (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3, 45, 4, ad 2). Desde ahora nosotros participamos en la Resurrección del Señor por el Espíritu Santo que actúa en los sacramentos del Cuerpo de Cristo. La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo "el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (Flp 3, 21). Pero ella nos recuerda también que "es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hch 14, 22): “Pedro no había comprendido eso cuando deseaba vivir con Cristo en la montaña (cf. Lc 9, 33). Te ha reservado eso, oh Pedro, para después de la muerte. Pero ahora, él mismo dice: Desciende para penar en la tierra, para servir en la tierra, para ser despreciado y crucificado en la tierra. La Vida desciende para hacerse matar; el Pan desciende para tener hambre; el Camino desciende para fatigarse andando; la Fuente desciende para sentir la sed; y tú, ¿vas a negarte a sufrir?” (San Agustín, Sermo 78, 6: PL 38, 492-493).

miércoles, 28 de septiembre de 2011

2Pd 1, 18 Nosotros oímos esta voz que venía del cielo

(2Pd 1, 18) Nosotros oímos esta voz que venía del cielo

[18] Nosotros oímos esta voz que venía del cielo, mientras estábamos con él en la montaña santa.

(C.I.C 555) Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que para "entrar en su gloria" (Lc 24, 26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías (cf. Lc 24, 27). La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is 42, 1). La nube indica la presencia del Espíritu Santo: "Tota Trinitas apparuit: Pater in voce; Filius in homine, Spiritus in nube clara" ("Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa" (Santo Tomás, Summa theologiae 3, 45, 4, ad 2): “En el monte te transfiguraste, Cristo Dios, y tus discípulos contemplaron tu gloria, en cuanto podían comprenderla. Así, cuando te viesen crucificado, entenderían que padecías libremente y anunciarían al mundo que tú eres en verdad el resplandor del Padre.” (Liturgia bizantina. Himno Breve de la festividad de la Transfiguracion del Señor).

martes, 27 de septiembre de 2011

2Pd 1, 16-17 El poder y la Venida de nuestro Señor

(2Pd 1, 16-17) El poder y la Venida de nuestro Señor

[16] Porque no les hicimos conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo basados en fábulas ingeniosamente inventadas, sino como testigos oculares de su grandeza. [17] En efecto, él recibió de Dios Padre el honor y la gloria, cuando la Gloria llena de majestad le dirigió esta palabra: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección».

(C.I.C 554) A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro "comenzó a mostrar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir [...] y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día" (Mt 16, 21): Pedro rechazó este anuncio (cf. Mt 16, 22-23), los otros no lo comprendieron mejor (cf. Mt 17, 23; Lc 9, 45). En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la Transfiguración de Jesús (cf. Mt 17, 1-8 y paralelos; 2P 1, 16-18), sobre una montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro y los vestidos de Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías aparecieron y le "hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén" (Lc 9, 31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde el cielo que decía: "Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (Lc 9, 35).

lunes, 26 de septiembre de 2011

2Pd 1, 13-15 Justo que los mantenga despiertos

(2Pd 1, 13-15) Justo que los mantenga despiertos

[13] Me parece justo que los mantenga despiertos, recordándoles esto mientras yo viva en esta tienda de campaña, [14] porque sé que muy pronto tendré que dejarla, como me lo ha hecho saber nuestro Señor Jesucristo. [15] Y haré todo lo posible para que, después de mi partida, ustedes se acuerden siempre de estas cosas.

(C.I.C 1272) Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con Cristo (cf. Rm 8,29). El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación (cf. DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado.

domingo, 25 de septiembre de 2011

2Pd 1, 10-12 Consolidar cada vez más el llamado

(2Pd 1, 10-12) Consolidar cada vez más el llamado

[10] Por eso, hermanos, procuren consolidar cada vez más el llamado y la elección de que han sido objeto: si obran así, no caerán jamás [11] y se les abrirán ampliamente las puertas del Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. [12] Por eso yo les recordaré siempre estas cosas, aunque ustedes ya las saben y están bien convencidos de la verdad que ahora poseen.

(C.I.C 1266) La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que: – le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales; – le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del Espíritu Santo; – le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales. Así todo el organismo de la vida sobrenatural del cristiano tiene su raíz en el santo Bautismo.

sábado, 24 de septiembre de 2011

2Pd 1, 8-9 No permanecerán inactivos ni estériles

(2Pd 1, 8-9) No permanecerán inactivos ni estériles

[8] Porque si ustedes poseen estas cosas en abundancia, no permanecerán inactivos ni estériles en lo que se refiere al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. [9] El que no las posee es un ciego, un miope, porque olvida que ha sido purificado de sus pecados pasados.

(C.I.C 1721) Porque Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo. La bienaventuranza nos hace participar de la naturaleza divina (2P 1, 4) y de la Vida eterna (Cf... Jn 17, 3). Con ella, el hombre entra en la gloria de Cristo (Cf... Rm 8, 18) y en el gozo de la vida trinitaria. (C.I.C 1265) El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito "una nueva creatura" (2Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios (cf. Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" ( 2P 1,4), miembro de Cristo (cf. 1Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo (cf. 1Co 6,19).

viernes, 23 de septiembre de 2011

2Pd 1, 5-7 Unir la fe la virtud la perseverancia la piedad

(2Pd 1, 5-7) Unir la fe la virtud la perseverancia la piedad

[5] Por esta misma razón, pongan todo el empeño posible en unir a la fe, la virtud; a la virtud, el conocimiento; [6] al conocimiento, la templanza; a la templanza, la perseverancia; a la perseverancia, la piedad; [7] a la piedad, el espíritu fraternal, y al espíritu fraternal, el amor.

(C.I.C 1812) Las virtudes humanas se arraigan en las virtudes teologales que adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina (Cf. 2P 1, 4). Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino. (C.I.C 1834) Las virtudes humanas son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Pueden agruparse en torno a cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

jueves, 22 de septiembre de 2011

2Pd 1, 4 Lleguen a participar de la naturaleza divina

(2Pd 1, 4) Lleguen a participar de la naturaleza divina

[4] Gracias a ella, se nos han concedido las más grandes y valiosas promesas, a fin de que ustedes lleguen a participar de la naturaleza divina, sustrayéndose a la corrupción que reina en el mundo a causa de los malos deseos.

(C.I.C 460) El Verbo se encarnó para hacernos "partícipes de la naturaleza divina" (2P 1, 4): "Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" (San Ireneo, Adversus haereses, 3, 19, 1: PG 7, 939). "Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (san Atanasio, Inc., 54, 3). "Unigenitus […] Dei Filius, suae divinitatis volens nos esse participes, naturam nostram assumpsit, ut homines deos faceret factus homo" ("El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos participantes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres") (Santo Tomás de Aquino, Oficio de la festividad del Corpus, Of. De Maitines, primer Nocturno, Lectura 1: Opera omnia, v. 29, p. 336).

miércoles, 21 de septiembre de 2011

2Pd 1, 3 Nos llamó por la fuerza de su propia gloria

(2Pd 1, 3) Nos llamó por la fuerza de su propia gloria

[3] Su poder divino, en efecto, nos ha concedido gratuitamente todo lo necesario para la vida y la piedad, haciéndonos conocer a aquel que nos llamó por la fuerza de su propia gloria.

(C.I.C 1129) La Iglesia afirma que para los creyentes los sacramentos de la Nueva Alianza son necesarios para la salvación (cf. Concilio de Trento: DS 1604). La "gracia sacramental" es la gracia del Espíritu Santo dada por Cristo y propia de cada sacramento. El Espíritu cura y transforma a los que lo reciben conformándolos con el Hijo de Dios. El fruto de la vida sacramental consiste en que el Espíritu de adopción deifica (cf. 2 P 1,4) a los fieles uniéndolos vitalmente al Hijo único, el Salvador.

martes, 20 de septiembre de 2011

2Pd 1, 1-2 Lleguen a ustedes gracia y paz

2 Carta de Pedro

2 Pedro 1

(2Pd 1, 1-2) Lleguen a ustedes gracia y paz

[1] Simón Pedro, servidor y Apóstol de Jesucristo, saluda a todos aquellos que, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, han recibido una fe tan preciosa como la nuestra. [2] Lleguen a ustedes la gracia y la paz en abundancia, por medio del conocimiento de Dios y de Jesucristo, nuestro Señor.

(C.I.C 1996) Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (Cf. Jn 1, 12-18), hijos adoptivos (Cf. Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (Cf. 2P 1, 3-4), de la vida eterna (Cf. Jn 17, 3).

lunes, 19 de septiembre de 2011

1Pd 5, 11-14 A él sea la gloria y el poder eternamente

(1Pd 5, 11-14) A él sea la gloria y el poder eternamente

[11] ¡A él sea la gloria y el poder eternamente! Amén. [12] Les escribo estas palabras por medio de Silvano, a quien considero un hermano fiel, para exhortarlos y atestiguar que esta es la verdadera gracia de Dios: permanezcan adheridos a ella. [13] La Iglesia de Babilonia, que ha sido elegida como ustedes, los saluda, lo mismo que mi hijo Marcos. [14] Salúdense los unos a los otros con un beso de amor fraternal. Que descienda la paz sobre todos ustedes, los que están unidos a Cristo.

(C.I.C 54) "Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio" (Dei verbum, 3). Los invitó a una comunión íntima con él revistiéndolos de una gracia y de una justicia resplandecientes. (C.I.C 84) "El depósito" (cf. 1Tm 6,20; 2Tm 1,12-14) de la fe (depositum fidei), contenido en la Sagrada Tradición y en la Sagrada Escritura fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia. "Fiel a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica y en la unión, en la eucaristía y la oración, y así se realiza una maravillosa concordia de pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida" (Dei verbum, 10). (C.I.C 1268) Los bautizados vienen a ser "piedras vivas" para "edificación de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo" (1P 2,5). Por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, son "linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz" (1P 2,9). El Bautismo hace participar en el sacerdocio común de los fieles.

domingo, 18 de septiembre de 2011

1Pd 5, 10 El Dios de toda gracia los hará fuertes

(1Pd 5, 10) El Dios de toda gracia los hará fuertes

[10] El Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna en Cristo, después que hayan padecido un poco, los restablecerá y confirmará, los hará fuertes e inconmovibles.

(C.I.C 2720) La Iglesia invita a los fieles a una oración regulada: oraciones diarias, Liturgia de las Horas, Eucaristía dominical, fiestas del año litúrgico. (C.I.C 2709) ¿Qué es esta oración? Santa Teresa responde: "no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama" (Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, 8). La contemplación busca al "amado de mi alma" (Ct 1, 7; cf. Ct 3, 1-4). Esto es, a Jesús y en Él, al Padre. Es buscado porque desearlo es siempre el comienzo del amor, y es buscado en la fe pura, esta fe que nos hace nacer de Él y vivir en Él. En la contemplación se puede también meditar, pero la mirada está centrada en el Señor. (C.I.C 2710) La elección del tiempo y de la duración de la oración contemplativa depende de una voluntad decidida reveladora de los secretos del corazón. No se hace contemplación cuando se tiene tiempo sino que se toma el tiempo de estar con el Señor con la firme decisión de no dejarlo y volverlo a tomar, cualesquiera que sean las pruebas y la sequedad del encuentro. No se puede meditar en todo momento, pero sí se puede entrar siempre en contemplación, independientemente de las condiciones de salud, trabajo o afectividad. El corazón es el lugar de la búsqueda y del encuentro, en la pobreza y en la fe. (C.I.C 2711) La entrada en la oración contemplativa es análoga a la de la Liturgia eucarística: "recoger" el corazón, recoger todo nuestro ser bajo la moción del Espíritu Santo, habitar la morada del Señor que somos nosotros mismos, despertar la fe para entrar en la presencia de Aquél que nos espera, hacer que caigan nuestras máscaras y volver nuestro corazón hacia el Señor que nos ama para ponernos en sus manos como una ofrenda que hay que purificar y transformar.

sábado, 17 de septiembre de 2011

1Pd 5, 9 Resístanlo firmes en la fe

(1Pd 5, 9) Resístanlo firmes en la fe

[9] Resístanlo firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos dispersos por el mundo padecen los mismos sufrimientos que ustedes.

(C.I.C 256) A los catecúmenos de Constantinopla, san Gregorio Nacianceno, llamado también "el Teólogo", confía este resumen de la fe trinitaria: “Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje [...] Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero [...] Dios los Tres considerados en conjunto [...] No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo” (San Gregorio Nacianceno Oratio, 40, 41: PG 36, 417).

viernes, 16 de septiembre de 2011

1Pd 5, 8b El demonio ronda como un león rugiente

(1Pd 5, 8b) El demonio ronda como un león rugiente

[8b] porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar.

(C.I.C 395) Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños -de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física- en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8,28).

jueves, 15 de septiembre de 2011

1Pd 5, 8a Sean sobrios y estén siempre alerta

(1Pd 5, 8a) Sean sobrios y estén siempre alerta

[8a] Sean sobrios y estén siempre alerta,

(C.I.C 2849) Pues bien, este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio (cf. Mt 4, 11) y en el último combate de su agonía (cf. Mt 26, 36-44). En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonía. La vigilancia del corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya (cf. Mc 13, 9. 23. 33-37; 14, 38; Lc 12, 35-40). La vigilancia es "guarda del corazón", y Jesús pide al Padre que "nos guarde en su Nombre" (cf. Jn 17, 11). El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf. 1Co 16, 13; Col 4, 2; 1Ts 5, 6; 1P 5, 8). Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final. "Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela" (Ap 16, 15). (C.I.C 2701) La oración vocal es un elemento indispensable de la vida cristiana. A los discípulos, atraídos por la oración silenciosa de su Maestro, éste les enseña una oración vocal: el "Padre Nuestro". Jesús no solamente ha rezado las oraciones litúrgicas de la sinagoga; los Evangelios nos lo presentan elevando la voz para expresar su oración personal, desde la bendición exultante del Padre (cf. Mt 11, 25-26), hasta la agonía de Getsemaní (cf. Mc 14, 36). (C.I.C 2702) Esta necesidad de asociar los sentidos a la oración interior responde a una exigencia de nuestra naturaleza humana. Somos cuerpo y espíritu, y experimentamos la necesidad de traducir exteriormente nuestros sentimientos. Es necesario rezar con todo nuestro ser para dar a nuestra súplica todo el poder posible. (C.I.C 2703) Esta necesidad responde también a una exigencia divina. Dios busca adoradores en espíritu y en verdad, y, por consiguiente, la oración que brota viva desde las profundidades del alma. También reclama una expresión exterior que asocia el cuerpo a la oración interior, esta expresión corporal es signo del homenaje perfecto al que Dios tiene derecho. (C.I.C 2704) La oración vocal es la oración por excelencia de las multitudes por ser exterior y tan plenamente humana. Pero incluso la más interior de las oraciones no podría prescindir de la oración vocal. La oración se hace interior en la medida en que tomamos conciencia de Aquél "a quien hablamos" (Cf. Santa Teresa de Jesús, Camino de perfección, 26). Por ello, la oración vocal se convierte en una primera forma de oración contemplativa.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

1Pd 5, 5-7 Dios da su ayuda a los humildes

(1Pd 5, 5-7) Dios da su ayuda a los humildes

[5] De la misma manera, ustedes, los jóvenes, sométanse a los presbíteros. Que cada uno se revista de sentimientos de humildad para con los demás, porque Dios se opone a los orgullosos y da su ayuda a los humildes. [6] Humíllense bajo la mano poderosa de Dios, para que él los eleve en el momento oportuno. [7] Descarguen en él todas sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes.

(C.I.C 322) Cristo nos invita al abandono filial en la providencia de nuestro Padre celestial (cf. Mt 6, 26-34) y el apóstol san Pedro insiste: "Confiadle todas vuestras preocupaciones pues él cuida de vosotros" (1P 5, 7; cf. Sal 55, 23). (C.I.C 2692) En su oración, la Iglesia peregrina se asocia con la de los santos cuya intercesión solicita. (C.I.C 2691) La iglesia, casa de Dios, es el lugar propio de la oración litúrgica de la comunidad parroquial. Es también el lugar privilegiado para la adoración de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento. La elección de un lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración: — para la oración personal, el lugar favorable puede ser un "rincón de oración", con las Sagradas Escrituras e imágenes, para estar " en lo secreto" ante nuestro Padre (cf. Mt 6, 6). En una familia cristiana este tipo de pequeño oratorio favorece la oración en común. — en las regiones en que existen monasterios, una vocación de estas comunidades es favorecer la participación de los fieles en la Oración de las Horas y permitir la soledad necesaria para una oració n personal más intensa (cf. Perfectae caritatis, 7). — las peregrinaciones evocan nuestro caminar por la tierra hacia el cielo. Son tradicionalmente tiempos fuertes de renovación de la oración. Los santuarios son, para los peregrinos en busca de fuentes vivas, lugares excepcionales para vivir "con la Iglesia" las formas de la oración cristiana. (C.I.C 2693) Las diferentes espiritualidades cristianas participan en la tradición viva de la oración y son guías preciosos para la vida espiritual. (C.I.C 2694) La familia cristiana es el primer lugar de educación para la oración. (C.I.C 2696) Los lugares más favorables para la oración son el oratorio personal o familiar, los monasterios, los santuarios de peregrinación y, sobretodo, el templo que es el lugar propio de la oración litúrgica para la comunidad parroquial y el lugar privilegiado de la adoración eucarística.

martes, 13 de septiembre de 2011

1Pd 5, 4 Recibirán la corona imperecedera de gloria

(1Pd 5, 4) Recibirán la corona imperecedera de gloria

[4] Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria.

(C.I.C 754) "La Iglesia, en efecto, es el redil cuya puerta única y necesaria es Cristo (Jn 10, 1-10). Es también el rebaño cuy pastor será el mismo Dios, como él mismo anunció (cf. Is 40, 11; Ez 34, 11-31). Aunque son pastores humanos quien es gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta; Él, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores (cf. Jn 10, 11; 1P 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10, 11-15; Lumen gentium, 6)". (C.I.C 2695) Los ministros ordenados, la vida consagrada, la catequesis, los grupos de oración, la "dirección espiritual" aseguran en la Iglesia una ayuda para la oración. (C.I.C 2686) Los ministros ordenados son también responsables de la formación en la oración de sus hermanos y hermanas en Cristo. Servidores del buen Pastor, han sido ordenados para guiar al pueblo de Dios a las fuentes vivas de la oración: la Palabra de Dios, la liturgia, la vida teologal, el hoy de Dios en las situaciones concretas (cf. Presbiterorum Ordinis, 4-6). (C.I.C 2687) Muchos religiosos han consagrado y consagran toda su vida a la oración. Desde el desierto de Egipto, eremitas, monjes y monjas han dedicado su tiempo a la alabanza de Dio s y a la intercesión por su pueblo. La vida consagrada no se mantiene ni se propaga sin la oración; es una de las fuentes vivas de la contemplación y de la vida espiritual en la Iglesia. (C.I.C 2688) La catequesis de niños, jóvenes y adultos, está orientada a que la Palabra de Dios se medite en la oración personal, se actualice en la oración litúrgica, y se interiorice en todo tiempo a fin de fructificar en una vida nueva. La catequesis es también el momento en que se puede purificar y educar la piedad popular (cf. Catechesi tradendae, 54). La memorización de las oraciones fundamentales ofrece una base indispensable para la vida de oración, pero es importante hacer gustar su sentido (cf. Catechesi tradendae, 55). (C.I.C 2689) Grupos de oración, o "escuelas de oración", son hoy uno de los signos y uno de los acicates de la renovación de la oración en la Iglesia, a condición de beber en las auténticas fuentes de la oración cristiana. La salvaguarda de la comunión es señal de la verdadera oración en la Iglesia.

lunes, 12 de septiembre de 2011

1Pd 5, 3 Siendo de corazón ejemplo para el Rebaño

(1Pd 5, 3) Siendo de corazón ejemplo para el Rebaño

[3] no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el Rebaño.

(C.I.C 1489) Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás. (C.I.C 1482) El sacramento de la penitencia puede también celebrarse en el marco de una celebración comunitaria, en la que los penitentes se preparan a la confesión y juntos dan gracias por el perdón recibido. Así la confesión personal de los pecados y la absolución individual están insertadas en una liturgia de la Palabra de Dios, con lecturas y homilía, examen de conciencia dirigido en común, petición comunitaria del perdón, rezo del Padre Nuestro y acción de gracias en común. Esta celebración comunitaria expresa más claramente el carácter eclesial de la penitencia. En todo caso, cualquiera que sea la manera de su celebración, el sacramento de la Penitencia es siempre, por su naturaleza misma, una acción litúrgica, por tanto, eclesial y pública (cf. Sacrosanctum Concilium, 26-27). (C.I.C 1483) En casos de necesidad grave se puede recurrir a la celebración comunitaria de la reconciliación con confesión general y absolución general. Semejante necesidad grave puede presentarse cuando hay un peligro inminente de muerte sin que el sacerdote o los sacerdotes tengan tiempo suficiente para oír la confesión de cada penitente. La necesidad grave puede existir también cuando, teniendo en cuenta el número de penitentes, no hay bastantes confesores para oír debidamente las confesiones individuales en un tiempo razonable, de manera que los penitentes, sin culpa suya, se verían privados durante largo tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión. En este caso, los fieles deben tener, para la validez de la absolución, el propósito de confesar individualmente sus pecados graves en su debido tiempo (Cf. CIC canon 962, 1). Al obispo diocesano corresponde juzgar si existen las condiciones requeridas para la absolución general (Cf. CIC canon 961, 2). Una gran concurrencia de fieles con ocasión de grandes fiestas o de peregrinaciones no constituyen por su naturaleza ocasión de la referida necesidad grave (Cf. CIC canon 961, 1, 2).

domingo, 11 de septiembre de 2011

1Pd 5, 1-2 Los presbíteros apacienten el Rebaño de Dios

1Pedro 5

(1Pd 5, 1-2) Los presbíteros apacienten el Rebaño de Dios

[1] Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la gloria que va a ser revelada. [2] Apacienten el Rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación;

(C.I.C 893) El obispo "es el administrador de la gracia del sumo sacerdocio" (Lumen gentium, 26), en particular en la Eucaristía que él mismo ofrece, o cuya oblación asegura por medio de los presbíteros, sus colaboradores. Porque la Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia particular. El obispo y los presbíteros santifican la Iglesia con su oración y su trabajo, por medio del ministerio de la palabra y de los sacramentos. La santifican con su ejemplo, "no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey" (1P 5, 3). Así es como llegan "a la vida eterna junto con el rebaño que les fue confiado"(Lumen gentium, 26). (C.I.C 1485) En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus Apóstoles y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23). (C.I.C 1484) "La confesión individual e íntegra y la absolución continúan siendo el único modo ordinario para que los fieles se reconcilien con Dios y la Iglesia, a no ser que una imposibilidad física o moral excuse de este modo de confesión" (Ritual de la Penitencia, Prenotandos 31). Y esto se establece así por razones profundas. Cristo actúa en cada uno de los sacramentos. Se dirige personalmente a cada uno de los pecadores: "Hijo, tus pecados están perdonados" (Mc 2,5); es el médico que se inclina sobre cada uno de los enfermos que tienen necesidad de él (cf. Mc 2,17) para curarlos; los restaura y los devuelve a la comunión fraterna. Por tanto, la confesión personal es la forma más significativa de la reconciliación con Dios y con la Iglesia.

sábado, 10 de septiembre de 2011

1Pd 4, 18-19 Practiquen el bien

(1Pd 4, 18-19) Practiquen el bien

[18] Si el justo apenas se salva, ¿qué pasará con el impío y el pecador? [19] Por lo tanto, aquellos que sufren conforme a la voluntad de Dios, practiquen el bien, poniéndose en las manos de su Creador, que es fiel.

(C.I.C 222) Creer en Dios, el Unico, y amarlo con todo el ser tiene consecuencias inmensas para toda nuestra vida. (C.I.C 223) Es reconocer la grandeza y la majestad de Dios: "Sí, Dios es tan grande que supera nuestra ciencia" (Jb 36,26). Por esto Dios debe ser "el primer servido" (Santa Juana de Arco, Dictum: Procés de condamnation). (C.I.C 224) Es vivir en acción de gracias: Si Dios es el Unico, todo lo que somos y todo lo que poseemos vienen de Él: "¿Qué tienes que no hayas recibido?" (1Co 4,7). "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?" (Sal 116,12). (C.I.C 225) Es reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres: Todos han sido hechos "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1,26). (C.I.C 226) Es usar bien de las cosas creadas: La fe en Dios, el Único, nos lleva a usar de todo lo que no es Él en la medida en que nos acerca a Él, y a separarnos de ello en la medida en que nos aparta de Él (cf. Mt 5,29-30; 16, 24; 19,23-24): “¡Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de ti! ¡Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti! ¡Señor mío y Dios mío, despójame de mi mismo para darme todo a ti« (san Nicolás de Flüe, Bruder-Klausen-Gebet). (C.I.C 227) Es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad. Una oración de Santa Teresa de Jesús lo expresa admirablemente: Nada te turbe / Nada te espante Todo se pasa / Dios no se muda, La paciencia todo lo alcanza / Quien a Dios tiene / Nada le falta / Sólo Dios basta (Santa Teresa de Jesús, Poesía, 9).