viernes, 31 de diciembre de 2010

Tt 2, 14-15 Él se entregó por nosotros

(Tt 2, 14-15) Él se entregó por nosotros

[14] Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. [15] Así debes hablar, exhortar y reprender con toda autoridad. No des ocasión a que nadie te desprecie.

(C.I.C 802) "Cristo Jesús se entregó por nosotros a fin de rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo" (Tt 2, 14). (C.I.C 811) "Esta es la única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica" (Lumen gentium, 8). Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí (cf. Santo Oficio (14 Septiembre 1864): DS 2888), indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión. La Iglesia no los tiene por ella misma; es Cristo, quien, por el Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él es también quien la llama a ejercitar cada una de estas cualidades. (C.I.C 805 La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Por el Espíritu y su acción en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, Cristo muerto y resucitado constituye la comunidad de los creyentes como Cuerpo suyo. (C.I.C 806) En la unidad de este cuerpo hay diversidad de miembros y de funciones. Todos los miembros están unidos unos a otros, particularmente a los que sufren, a los pobres y perseguidos. (C.I.C 807) La Iglesia es este Cuerpo del que Cristo es la Cabeza: vive de Él, en Él y por Él: Él vive con ella y en ella. (C.I.C 808) La Iglesia es la Esposa de Cristo: la ha amado y se ha entregado por ella. La ha purificado por medio de su sangre. Ha hecho de ella la Madre fecunda de todos los hijos de Dios. (C.I.C 809) La Iglesia es el Templo del Espíritu Santo. El Espíritu es como el alma del Cuerpo Místico, principio de su vida, de la unidad en la diversidad y de la riqueza de sus dones y carismas. (C.I.C 812) Sólo la fe puede reconocer que la Iglesia posee estas propiedades por su origen divino. Pero sus manifestaciones históricas son signos que hablan también con claridad a la razón humana. Recuerda el Concilio Vaticano I: "La Iglesia por sí misma es un grande y perpetuo motivo de credibilidad y un testimonio irrefutable de su misión divina a causa de su admirable propagación, de su eximia santidad, de su inagotable fecundidad en toda clase de bienes, de su unidad universal y de su invicta estabilidad" (Dei Filius: DS 3013).

jueves, 30 de diciembre de 2010

Tt 2,13 Mientras aguardamos la feliz esperanza

(Tt 2,13) Mientras aguardamos la feliz esperanza

[13] mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús.

(C.I.C 2857) En el Padre Nuestro, las tres primeras peticiones tienen por objeto la Gloria del Padre: la santificación del nombre, la venida del reino y el cumplimiento de la voluntad divina. Las otras cuatro presentan al Padre nuestros deseos: estas peticiones conciernen a nuestra vida para alimentarla o para curarla del pecado y se refieren a nuestro combate por la victoria del Bien sobre el Mal. (C.I.C 2858) Al pedir: "Santificado sea tu Nombre" entramos en el plan de Dios, la santificación de su Nombre - revelado a Moisés, después en Jesús - por nosotros y en nosotros, lo mismo que en toda nación y en cada hombre. (C.I.C 2859) En la segunda petición, la Iglesia tiene principalmente a la vista el retorno de Cristo y la venida final del Reino de Dios. También ora por el crecimiento del Reino de Dios en el "hoy" de nuestras vidas. (C.I.C 2860) En la tercera petición, rogamos al Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para realizar su Plan de salvación en la vida del mundo. (C.I.C 2861) En la cuarta petición, al decir "danos", expresamos, en comunión con nuestros hermanos, nuestra confianza filial en nuestro Padre del cielo. "Nuestro pan" designa el alimento terrenal necesario para la subsistencia de todos y significa también el Pan de Vida: Palabra de Dios y Cuerpo de Cristo. Se recibe en el "hoy" de Dios, como el alimento indispensable, lo más esencial del Festín del Reino que anticipa la Eucaristía. (C.I.C 2865) Con el "Amén" final expresamos nuestro "fiat" respecto a las siete peticiones: "Así sea". (C.I.C 2856) "Después, terminada la oración, dices: Amén, refrendando por medio de este Amén, que significa 'Así sea' (cf. Lc 1, 38), lo que contiene la oración que Dios nos enseñó" (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses mystagogicae, 5, 18: PG 33, 1124). (C.I.C 2780) Podemos invocar a Dios como "Padre" porque Él nos ha sido revelado por su Hijo hecho hombre y su Espíritu nos lo hace conocer. Lo que el hombre no puede concebir ni los poderes angélicos entrever, es decir, la relación personal del Hijo hacia el Padre (cf. Jn1, 1), he aquí que el Espíritu del Hijo nos hace participar de esta relación a quienes creemos que Jesús es el Cristo y que hemos nacido de Dios (cf. 1Jn 5, 1).

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Tt 2, 12b Vivir con sobriedad justicia y piedad

(Tt 2, 12b) Vivir con sobriedad justicia y piedad

[12b] para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad,

(C.I.C 777) La palabra "Iglesia" significa "convocación". Designa la asamblea de aquellos a quienes convoca la palabra de Dios para formar el Pueblo de Dios y que, alimentados con el Cuerpo de Cristo, se convierten ellos mismos en Cuerpo de Cristo. (C.I.C 779) La Iglesia es a la vez visible y espiritual, sociedad jerárquica y cuerpo místico de Cristo. Es una, formada por un doble elemento humano y divino. Ahí está su Misterio que sólo la fe puede aceptar. (C.I.C 784) Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: "Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo ‘un reino de sacerdotes para Dios, su Padre’. Los bautizados, en efecto, por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo" (Lumen gentium, 10). (C.I.C 785) "El pueblo santo de Dios participa también del carácter profético de Cristo". Lo es sobre todo por el sentido sobrenatural de la fe que es el de todo el pueblo, laicos y jerarquía, cuando "se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre" (Lumen gentium, 12) y profundiza en su comprensión y se hace testigo de Cristo en medio de este mundo.

martes, 28 de diciembre de 2010

Tt 2, 12a Rechazar la impiedad y los deseos mundanos

(Tt 2, 12a) Rechazar la impiedad y los deseos mundanos

[12] Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos,

(C.I.C 774) La palabra griega mysterion ha sido traducida en latín por dos términos: mysterium y sacramentum. En la interpretación posterior, el término "sacramentum" expresa mejor el signo visible de la realidad oculta de la salvación, indicada por el término mysterium. En este sentido, Cristo es Él mismo el Misterio de la salvación: Non est enim aliud Dei mysterium, nisi Christus ("No hay otro misterio de Dios fuera de Cristo") (San Agustín, Epistula 187, 11, 34: PL 33, 845). La obra salvífica de su humanidad santa y santificante es el sacramento de la salvación que se manifiesta y actúa en los sacramentos de la Iglesia (que las Iglesias de Oriente llaman también "los santos Misterios"). Los siete sacramentos son los signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su Cuerpo. La Iglesia contiene por tanto y comunica la gracia invisible que ella significa. En este sentido analógico ella es llamada "sacramento". (C.I.C 776) Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo "como instrumento de redención universal" (Lumen gentium, 9), "sacramento universal de salvación" (Lumen gentium, 48), por medio del cual Cristo "manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre" (Gaudium et spes, 45). Ella "es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad" (Pablo VI, Discurso a los Padres del Sacro Colegio Cardenalicio (22 junio 1973) que quiere "que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo" (Ad gentes, 7; cf. Lumen gentium, 17).

lunes, 27 de diciembre de 2010

Tt 2, 11 Porque la gracia de Dios se ha manifestado

(Tt 2, 11) Porque la gracia de Dios se ha manifestado

[11] Porque la gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado.

(C.I.C 759) "El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación de la vida divina" a la cual llama a todos los hombres en su Hijo: "Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa Iglesia". Esta "familia de Dios" se constituye y se realiza gradualmente a lo largo de las etapas de la historia humana, según las disposiciones del Padre: en efecto, la Iglesia ha sido "prefigurada ya desde el origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza; se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la efusión del Espíritu y llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos" (Lumen gentium, 2). (C.I.C 760) "El mundo fue creado en orden a la Iglesia" decían los cristianos de los primeros tiempos (Hermas, Pastor 8, 1 (Visio 2, 4,1; cf. Arístides, Apologia 16, 6; San Justino, Apologia 2, 7: PG 6, 456). Dios creó el mundo en orden a la comunión en su vida divina, comunión que se realiza mediante la "convocación" de los hombres en Cristo, y esta "convocación" es la Iglesia. La Iglesia es la finalidad de todas las cosas (cf. San Epifanio, Panarion 1,1,5, Haereses 2, 4: PG 41, 181), e incluso las vicisitudes dolorosas como la caída de los ángeles y el pecado del hombre, no fueron permitidas por Dios más que como ocasión y medio de desplegar toda la fuerza de su brazo, toda la medida del amor que quería dar al mundo: “Así como la voluntad de Dios es un acto y se llama mundo, así su intención es la salvación de los hombres y se llama Iglesia” (Clemente Alejandrino, Paedagogus. 1, 6, 27, 2: PG 41, 181). (C.I.C 766) Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la Cruz. "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento" (Lumen gentium, 3). "Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia" (Sacrosanctum Concilium, 5). Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz (cf. San Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, 2, 85-89: PL 15, 1666-1668). (C.I.C 767) "Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia" (Lumen gentium, 4). Es entonces cuando "la Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud; se inició la difusión del evangelio entre los pueblos mediante la predicación" (Ad gentes, 4). Como ella es "convocatoria" de salvación para todos los hombres, la Iglesia, por su misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas las naciones para hacer de ellas discípulos suyos (cf. Mt 28, 19-20; Ad gentes, 2; 5).

domingo, 26 de diciembre de 2010

Tt 2, 9-10 Los esclavos demuestren absoluta fidelidad

(Tt 2, 9-10) Los esclavos demuestren absoluta fidelidad

[9] Que los esclavos obedezcan en todo a sus dueños y procuren agradarlos, tratando de no contradecirlos. Que no los defrauden, [10] sino que les demuestren absoluta fidelidad, para hacer honor en todo a la doctrina de Dios, nuestro Salvador.

(C.I.C 2455) La ley moral prohíbe los actos que, con fines mercantiles o totalitarios, llevan a esclavizar a los seres humanos, a comprarlos, venderlos y cambiarlos como si fueran mercaderías.” (C.I.C 2460) El valor primordial del trabajo atañe al hombre mismo que es su autor y su destinatario. Mediante su trabajo, el hombre participa en la obra de la creación. Unido a Cristo, el trabajo puede ser redentor. (C.I.C 2461) El desarrollo verdadero es el del hombre en su integridad. Se trata de hacer crecer la capacidad de cada persona a fin de responder a su vocación y, por lo tanto, a la llamada de Dios (cf. Centesimus Annus, 29). (C.I.C 2450) ‘No robarás’ (Dt 5, 19). ‘Ni los ladrones, ni los avaros [...], ni los rapaces heredarán el Reino de Dios’ (1Co 6, 10). (C.I.C 2451) El séptimo mandamiento prescribe la práctica de la justicia y de la caridad en el uso de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres. (C.I.C 2452) Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano. El derecho a la propiedad privada no anula el destino universal de los bienes. (C.I.C 2453) El séptimo mandamiento prohíbe el robo. El robo es la usurpación del bien ajeno contra la voluntad razonable de su dueño. (C.I.C 2454) Toda manera de tomar y de usar injustamente un bien ajeno es contraria al séptimo mandamiento. La injusticia cometida exige reparación. La justicia conmutativa impone la restitución del bien robado. (C.I.C 2456) “El dominio, concedido por el Creador, sobre los recursos minerales, vegetales y animales del universo, no puede ser separado del respeto de las obligaciones morales frente a todos los hombres, incluidos los de las generaciones venideras. (C.I.C 2457) Los animales están confiados a la administración del hombre que les debe benevolencia. Pueden servir a la justa satisfacción de las necesidades del hombre. (C.I.C 2458) La Iglesia pronuncia un juicio en materia económica y social cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas. Cuida del bien común temporal de los hombres en razón de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último. (C.I.C 2459) El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económica y social. El punto decisivo de la cuestión social estriba en que los bienes creados por Dios para todos lleguen de hecho a todos, según la justicia y con la ayuda de la caridad.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Tt 2, 8 La enseñanza correcta e inobjetable

(Tt 2, 8) La enseñanza correcta e inobjetable

[8] a la enseñanza correcta e inobjetable. De esa manera, el adversario quedará confundido, porque no tendrá nada que reprocharnos.

(C.I.C 1703) Dotada de un alma “espiritual e inmortal” (Gaudium et spes, 14), la persona humana es la “única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma” (Gaudium et spes, 24). Desde su concepción está destinada a la bienaventuranza eterna.” (C.I.C 1704) La persona humana participa de la luz y la fuerza del Espíritu divino. Por la razón es capaz de comprender el orden de las cosas establecido por el Creador. Por su voluntad es capaz de dirigirse por sí misma a su bien verdadero. Encuentra su perfección en la búsqueda y el amor de la verdad y del bien (Cf. Gaudium et spes, 15). (C.I.C 1705) En virtud de su alma y de sus potencias espirituales de entendimiento y de voluntad, el hombre está dotado de libertad, “signo […] eminente de la imagen divina” (Gaudium et spes, 17). (C.I.C 1706) Mediante su razón, el hombre conoce la voz de Dios que le impulsa “a hacer […] el bien y a evitar el mal”( Gaudium et spes, 16). Todo hombre debe seguir esta ley que resuena en la conciencia y que se realiza en el amor de Dios y del prójimo. El ejercicio de la vida moral proclama la dignidad de la persona humana. (C.I.C 1714) El hombre, herido en su naturaleza por el pecado original, está sujeto al error e inclinado al mal en el ejercicio de su libertad. (C.I.C 1715) El que cree en Cristo tiene la vida nueva en el Espíritu Santo. La vida moral, desarrollada y madurada en la gracia, alcanza su plenitud en la gloria del cielo.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Tt 2, 6-7 Dándoles tú mismo ejemplo de buena conducta

(Tt 2, 6-7) Dándoles tú mismo ejemplo de buena conducta

[6] Exhorta también a los jóvenes a ser moderados en todo, [7] dándoles tú mismo ejemplo de buena conducta, en lo que se refiere a la pureza de doctrina, a la dignidad,

(C.I.C 1699) La vida en el Espíritu Santo realiza la vocación del hombre (capítulo primero). Está hecha de caridad divina y solidaridad humana (capítulo segundo). Es concedida gratuitamente como una salvación (capítulo tercero). (C.I.C 1700) La dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios (artículo primero); se realiza en su vocación a la bienaventuranza divina (artículo segundo). Corresponde al ser humano llegar libremente a esta realización (artículo tercero). Por sus actos deliberados (artículo cuarto), la persona humana se conforma, o no se conforma, al bien prometido por Dios y atestiguado por la conciencia moral (artículo quinto). Los seres humanos se edifican a sí mismos y crecen desde el interior: hacen de toda su vida sensible y espiritual un material de su crecimiento (artículo sexto). Con la ayuda de la gracia crecen en la virtud (artículo séptimo), evitan el pecado y, si lo han cometido recurren como el hijo pródigo (Cf. Lc 15, 11-31) a la misericordia de nuestro Padre del cielo (artículo octavo). Así acceden a la perfección de la caridad. (C.I.C 1702) La imagen divina está presente en todo hombre. Resplandece en la comunión de las personas a semejanza de la unión de las personas divinas entre sí (Cf. Capítulo segundo).

jueves, 23 de diciembre de 2010

Tt 2, 2-5 La Palabra de Dios no será objeto de blasfemia

(Tt 2, 2-5) La Palabra de Dios no será objeto de blasfemia

[2] Que los ancianos sean sobrios, dignos, moderados, íntegros en la fe, en el amor y en la constancia. [3] Que las mujeres de edad se comporten como corresponde a personas santas. No deben ser murmuradoras, ni entregarse a la bebida. Que por medio de buenos consejos, [4] enseñen a las jóvenes a amar a su marido y a sus hijos, [5] a ser modestas, castas, mujeres de su casa, buenas y respetuosas con su marido. Así la Palabra de Dios no será objeto de blasfemia.

(C.I.C 2340) El que quiere permanecer fiel a las promesas de su bautismo y resistir las tentaciones debe poner los medios para ello: el conocimiento de sí, la práctica de una ascesis adaptada a las situaciones encontradas, la obediencia a los mandamientos divinos, la práctica de las virtudes morales y la fidelidad a la oración. ‘La castidad nos recompone; nos devuelve a la unidad que habíamos perdido dispersándonos’ (San Agustín, Confessiones, 10, 29; 40: PL 32, 796). (C.I.C 2341) La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana. (C.I.C 2339) La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado (cf. Si 1, 22). ‘La dignidad del hombre requiere, en efecto, que actúe según una elección consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberándose de toda esclavitud de las pasiones, persigue su fin en la libre elección del bien y se procura con eficacia y habilidad los medios adecuados’ (Gaudium et spes, 17). (C.I.C 2350) Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad. (C.I.C 2342) El dominio de sí es una obra que dura toda la vida. Nunca se la considerará adquirida de una vez para siempre. Supone un esfuerzo reiterado en todas las edades de la vida (cf. Tt 2, 1-6). El esfuerzo requerido puede ser más intenso en ciertas épocas, como cuando se forma la personalidad, durante la infancia y la adolescencia.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Tt 2, 1 Enseña lo que es conforme a la sana doctrina

Tito 2

(Tt 2, 1) Enseña lo que es conforme a la sana doctrina

[1] En cuanto a ti, debes enseñar todo lo que es conforme a la sana doctrina.

(C.I.C 2763) Toda la Escritura (la Ley, los Profetas, y los Salmos) se cumplen en Cristo (cf. Lc 24, 44). El evangelio es esta "Buena Nueva". Su primer anuncio está resumido por San Mateo en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5-7). Pues bien, la oración del Padre Nuestro está en el centro de este anuncio. En este contexto se aclara cada una de las peticiones de la oración que nos dio el Señor: “La oración dominical es la más perfecta de las oraciones [...] En ella, no sólo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino que también llena toda nuestra afectividad” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2. 83, 9). (C.I.C 2764) El Sermón de la Montaña es doctrina de vida, la oración dominical es plegaria, pero en uno y otra el Espíritu del Señor da forma nueva a nuestros deseos, esos movimientos interiores que animan nuestra vida. Jesús nos enseña esta vida nueva por medio de sus palabras y nos enseña a pedirla por medio de la oración. De la rectitud de nuestra oración dependerá la de nuestra vida en Él. (C.I.C 10) No es extraño, por ello, que, en el dinamismo del Concilio Vaticano segundo (que el Papa Pablo VI consideraba como el gran catecismo de los tiempos modernos), la catequesis de la Iglesia haya atraído de nuevo la atención. El Directorio general de la catequesis de 1971, las sesiones del Sínodo de los Obispos consagradas a la evangelización (1974) y a la catequesis (1977), las exhortaciones apostólicas correspondientes, Evangelii nuntiandi (1975) y Catechesi tradendae (1979), dan testimonio de ello. La sesión extraordinaria del Sínodo de los Obispos de 1985 pidió "que sea redactado un catecismo o compendio de toda la doctrina católica tanto sobre la fe como sobre la moral" (Relación final II, B, a, 4). El santo Padre, Juan Pablo II, hizo suyo este deseo emitido por el Sínodo de los Obispos reconociendo que "responde totalmente a una verdadera necesidad de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares" (Discurso de clausura del Sínodo (7 de Diciembre 1985). El Papa dispuso todo lo necesario para que se realizara la petición de los padres sinodales. (C.I.C 13) El plan de este catecismo se inspira en la gran tradición de los catecismos los cuales articulan la catequesis en torno a cuatro "pilares": la profesión de la fe bautismal (el Símbolo), los Sacramentos de la fe, la vida de fe (los Mandamientos), la oración del creyente (el Padre Nuestro).

martes, 21 de diciembre de 2010

Tt 1, 15-16 Todo es puro para los puros

(Tt 1, 15-16) Todo es puro para los puros

[15] Todo es puro para los puros. En cambio, para los que están contaminados y para los incrédulos, nada es puro. Su espíritu y su conciencia están manchados. [16] Ellos hacen profesión de conocer a Dios, pero con sus actos, lo niegan: son personas abominables, rebeldes, incapaces de cualquier obra buena.

(C.I.C 2517) El corazón es la sede de la personalidad moral: ‘de dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones’ (Mt 15, 19). La lucha contra la concupiscencia de la carne pasa por la purificación del corazón: “Mantente en la simplicidad, la inocencia y serás como los niños pequeños que ignoran el mal destructor de la vida de los hombres” (Hermas, Pastor 27, 1 (mandatum 2, 1) SC 53, 146). (C.I.C 2518) La sexta bienaventuranza proclama: "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8). Los "corazones limpios" designan a los que han ajustado su inteligencia y su voluntad a las exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres dominios: la caridad (cf. 1Tm 4, 3-9; 2Tm 2 ,22), la castidad o rectitud sexual (cf. 1Ts 4, 7; Col 3, 5; Ef 4, 19), el amor de la verdad y la ortodoxia de la fe (cf. Tt 1, 15; 1Tm 3-4; 2Tm 2, 23-26). Existe un vínculo entre la pureza del corazón, la del cuerpo y de la fe: Los fieles deben creer los artículos del Símbolo ‘para que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciéndole, vivan bien; viviendo bien, purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen’ (San Agustín, De fide et symbolo, 10, 25: PL 40, 196). (C.I.C 2519) A los ‘limpios de corazón’ se les promete que verán a Dios cara a cara y que serán semejantes a Él (cf. 1Co 13, 12, 1Jn 3, 2). La pureza de corazón es el preámbulo de la visión. Ya desde ahora esta pureza nos concede ver según Dios, recibir al otro como un ‘prójimo’; nos permite considerar el cuerpo humano, el nuestro y el del prójimo, como un templo del Espíritu Santo, una manifestación de la belleza divina.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Tt 1, 13-14 Repréndelos severamente

(Tt 1, 13-14) Repréndelos severamente

[13] Y esta afirmación es verdadera. Por eso, repréndelos severamente para que permanezcan íntegros en la fe, [14] en lugar de dar crédito a las fábulas judías y a los preceptos de personas que dan la espalda a la verdad.

(C.I.C 1829) La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión: “La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos” (San Agustín, In epistulam Ioannis ad Parthos tractatus, 10, 4: PL 35, 2056-2057). (C.I.C 1435) La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf. Lc 9, 23).

domingo, 19 de diciembre de 2010

Tt 1, 10-12 Son muchos en efecto los espíritus rebeldes

(Tt 1, 10-12) Son muchos en efecto los espíritus rebeldes

[10] Son muchos, en efecto, los espíritus rebeldes, los charlatanes y seductores, sobre todo, entre los circuncisos. [11] A esos es necesario taparles la boca, porque trastornan a familias enteras, enseñando lo que no se debe por una vil ganancia. [12] Uno de ellos, su propio profeta, ha dicho: «Cretenses, eternos mentirosos, animales perversos, glotones y perezosos».

(C.I.C 1150) Signos de la Alianza. El pueblo elegido recibe de Dios signos y símbolos distintivos que marcan su vida litúrgica: no son ya solamente celebraciones de ciclos cósmicos y de acontecimientos sociales, sino signos de la Alianza, símbolos de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo. Entre estos signos litúrgicos de la Antigua Alianza se puede nombrar la circuncisión, la unción y la consagración de reyes y sacerdotes, la imposición de manos, los sacrificios, y sobre todo la Pascua. La Iglesia ve en estos signos una prefiguración de los sacramentos de la Nueva Alianza. (C.I.C 1151) Signos asumidos por Cristo. En su predicación, el Señor Jesús se sirve con frecuencia de los signos de la Creación para dar a conocer los misterios el Reino de Dios (cf. Lc 8,10). Realiza sus curaciones o subraya su predicación por medio de signos materiales o gestos simbólicos (cf. Jn 9,6; Mc 7,33-35; 8,22-25). Da un sentido nuevo a los hechos y a los signos de la Antigua Alianza, sobre todo al Exodo y a la Pascua (cf. Lc 9,31; 22,7-20), porque él mismo es el sentido de todos esos signos. (C.I.C 527) La Circuncisión de Jesús, al octavo día de su nacimiento (cf. Lc 2, 21) es señal de su inserción en la descendencia de Abraham, en el pueblo de la Alianza, de su sometimiento a la Ley (cf. Ga 4, 4) y de su consagración al culto de Israel en el que participará durante toda su vida. Este signo prefigura "la circuncisión en Cristo" que es el Bautismo (Col 2, 11-13).

sábado, 18 de diciembre de 2010

Tt 1, 9 Firmemente adherido a la enseñanza cierta

(Tt 1, 9) Firmemente adherido a la enseñanza cierta

[9] También debe estar firmemente adherido a la enseñanza cierta, la que está conforme a la norma de la fe, para ser capaz de exhortar en la sana doctrina y refutar a los que la contradicen.

(C.I.C 1561) Todo lo que se ha dicho explica por qué la Eucaristía celebrada por el obispo tiene una significación muy especial como expresión de la Iglesia reunida en torno al altar bajo la presidencia de quien representa visiblemente a Cristo, Buen Pastor y Cabeza de su Iglesia (cf. Sacrosanctum Concilium, 41; Lumen gentium, 26). (C.I.C 1559) "Uno queda constituido miembro del Colegio episcopal en virtud de la consagración episcopal y por la comunión jerárquica con la Cabeza y con los miembros del Colegio" (Lumen gentium, 22). El carácter y la naturaleza colegial del orden episcopal se manifiestan, entre otras cosas, en la antigua práctica de la Iglesia que quiere que para la consagración de un nuevo obispo participen varios obispos (Lumen gentium, 22). Para la ordenación legítima de un obispo se requiere hoy una intervención especial del Obispo de Roma por razón de su cualidad de vínculo supremo visible de la comunión de las Iglesias particulares en la Iglesia una y de garante de libertad de la misma. (C.I.C 1560) Cada obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido confiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente con todos sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias: "Aunque cada obispo es pastor sagrado sólo de la grey que le ha sido confiada, sin embargo, en cuanto legítimo sucesor de los apóstoles por institución divina, y por le mandato de la función apostólica se hace corresponsable de toda la Iglesia, junto con los demás obispos (Pío XII, Fidei donum, 11; cf. Lumen gentium, 23; Christus Dominus, 4. 36-37. 58; Ad gentes, 5. 6. 38).

viernes, 17 de diciembre de 2010

Tt 1, 7-8 Preside la comunidad, administrador de Dios

(Tt 1, 7-8) Preside la comunidad, administrador de Dios

[7] Porque el que preside la comunidad, en su calidad de administrador de Dios, tiene que ser irreprochable. No debe ser arrogante, ni colérico, ni bebedor, ni pendenciero, ni ávido de ganancias deshonestas, [8] sino hospitalario, amigo de hacer el bien, moderado, justo, piadoso, dueño de sí.

(C.I.C 1558) "La consagración episcopal confiere, junto con la función de santificar, también las funciones de enseñar y gobernar [...] En efecto, por la imposición de las manos y por las palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y se queda marcado con el carácter sagrado. En consecuencia, los obispos, de manera eminente y visible, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su nombre (in eius persona agant)" (ibid.). "El Espíritu Santo que han recibido ha hecho de los obispos los verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores" (Christus Dominus, 2). (C.I.C 1553) "En nombre de toda la Iglesia", expresión que no quiere decir que los sacerdotes sean los delegados de la comunidad. La oración y la ofrenda de la Iglesia son inseparables de la oración y la ofrenda de Cristo, su Cabeza. Se trata siempre del culto de Cristo en y por su Iglesia. Es toda la Iglesia, cuerpo de Cristo, la que ora y se ofrece, per ipsum et cum ipso et in ipso, en la unidad del Espíritu Santo, a Dios Padre. Todo el cuerpo, caput et membra, ora y se ofrece, y por eso quienes, en este cuerpo, son específicamente sus ministros, son llamados ministros no sólo de Cristo, sino también de la Iglesia. El sacerdocio ministerial puede representar a la Iglesia porque representa a Cristo. (C.I.C 1557) El Concilio Vaticano II "enseña que por la consagración episcopal se confiere la plenitud del sacramento del Orden. De hecho se le llama, tanto en la liturgia de la Iglesia como en los Santos Padres, “sumo sacerdocio” o “cumbre del ministerio sagrado” (Lumen gentium, 21).

jueves, 16 de diciembre de 2010

Tt 1, 6 Todos ellos deben ser irreprochables

(Tt 1, 6) Todos ellos deben ser irreprochables

[6] Todos ellos deben ser irreprochables, no haberse casado sino una sola vez y tener hijos creyentes, a los que no se pueda acusar de mala conducta o rebeldía.

(C.I.C 1552) El sacerdocio ministerial no tiene solamente por tarea representar a Cristo –Cabeza de la Iglesia– ante la asamblea de los fieles, actúa también en nombre de toda la Iglesia cuando presenta a Dios la oración de la Iglesia (cf. Sacrosanctum Concilium, 33) y sobre todo cuando ofrece el sacrificio eucarístico (cf. Lumen gentium, 10). (C.I.C 1548) En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, Sumo Sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, actúa in persona Christi Capitis (cf. Lumen gentium, 10; 28; Sacrosanctum Concilium, 33; Christus Dominus, 11; Presbiterorum Ordinis 2, 6): “Es al mismo Cristo Jesús, Sacerdote, a cuya sagrada persona representa el ministro. Este, ciertamente, gracias a la consagración sacerdotal recibida se asimila al Sumo Sacerdote y goza de la facultad de actuar por el poder de Cristo mismo (a quien representa)” (Pío XII, Mediator Dei). "Christus est fons totius sacerdotii; nan sacerdos legalis erat figura ipsius, sacerdos autem novae legis in persona ipsius operatur" (Cristo es la fuente de todo sacerdocio, pues el sacerdote de la antigua ley era figura de Él, y el sacerdote de la nueva ley actúa en representación suya" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 3, 22, 4). (C.I.C 1538) La integración en uno de estos cuerpos de la Iglesia se hacía por un rito llamado ordinatio, acto religioso y litúrgico que era una consagración, una bendición o un sacramento. Hoy la palabra ordinatio está reservada al acto sacramental que incorpora al orden de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos y que va más allá de una simple elección, designación, delegación o institución por la comunidad, pues confiere un don del Espíritu Santo que permite ejercer un "poder sagrado" (sacra potestas) (cf. Lumen gentium, 10) que sólo puede venir de Cristo, a través de su Iglesia. La ordenación también es llamada consecratio porque es un "poner a parte" y un "investir" por Cristo mismo para su Iglesia. La “imposición de manos” del obispo, con la oración consecratoria, constituye el signo visible de esta consagración.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Tt 1, 5 Establecieras presbíteros en cada ciudad

(Tt 1, 5) Establecieras presbíteros en cada ciudad

[5] Te he dejado en Creta, para que terminaras de organizarlo todo y establecieras presbíteros en cada ciudad de acuerdo con mis instrucciones.

(C.I.C 1546) Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia "un Reino de sacerdotes para su Dios y Padre" (Ap 1,6; cf. Ap 5,9-10; 1P 2,5.9). Toda la comunidad de los creyentes es, como tal, sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal a través de su participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los fieles son "consagrados para ser [...] un sacerdocio santo" (Lumen gentium, 10). (C.I.C 1545) El sacrificio redentor de Cristo es único, realizado una vez por todas. Y por esto se hace presente en el sacrificio eucarístico de la Iglesia. Lo mismo acontece con el único sacerdocio de Cristo: se hace presente por el sacerdocio ministerial sin que con ello se quebrante la unicidad del sacerdocio de Cristo: Et ideo solus Christus est verus sacerdos, alii autem ministri eius ("Y por eso sólo Cristo es el verdadero sacerdote; los demás son ministros suyos") (Santo Tomás de Aquino, Commentarium in epistolam ad Haebreos, c. 7, lect. 4). (C.I.C 1547) El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, "aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan (Lumen gentium, 10), cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo" (Lumen gentium, 10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden.

martes, 14 de diciembre de 2010

Tt 1, 4 Mi verdadero hijo en nuestra fe común

(Tt 1, 4) Mi verdadero hijo en nuestra fe común

[4] A Tito, mi verdadero hijo en nuestra fe común, le deseo la gracia y la paz que proceden de Dios, el Padre, y de Cristo Jesús, nuestro Salvador.

(C.I.C 147) El Antiguo Testamento es rico en testimonios acerca de esta fe. La carta a los Hebreos proclama el elogio de la fe ejemplar por la que los antiguos "fueron alabados" (Hb 11,2. 39). Sin embargo, "Dios tenía ya dispuesto algo mejor": la gracia de creer en su Hijo Jesús, "el que inicia y consuma la fe" (Hb 11,40; 12,2). (C.I.C 181) "Creer" es un acto eclesial. La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la madre de todos los creyentes. "Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por madre" (San Cipriano de Cartago, De Ecclesiae catholicae unitate, 6: PL 4, 519). (C.I.C 182) "Creemos todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o transmitida y son propuestas por la Iglesia [...] para ser creídas como divinamente reveladas" (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 20). (C.I.C 185) Quien dice "Yo creo", dice "Yo me adhiero a lo que nosotros creemos". La comunión en la fe necesita un lenguaje común de la fe, normativo para todos y que nos una en la misma confesión de fe. (C.I.C 188) La palabra griego symbolon significaba la mitad de un objeto partido (por ejemplo, un sello) que se presentaban como una señal para darse a conocer. Las partes rotas se ponían juntas para verificar la identidad del portador. El "símbolo de la fe" es, pues, un signo de identificación y de comunión entre los creyentes. Symbolon significa también recopilación, colección o sumario. El "símbolo de la fe" es la recopilación de las principales verdades de la fe. De ahí el hecho de que sirva de punto de referencia primero y fundamental de la catequesis.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Tt 1, 3 Mensaje confiado por mandato de Dios

(Tt 1, 3) Mensaje confiado por mandato de Dios

[3] y a su debido tiempo, él manifestó su Palabra, mediante la proclamación de un mensaje que me fue confiado por mandato de Dios, nuestro Salvador.

(C.I.C 1555) "Según la tradición, entre los diversos ministerios que se ejercen en la Iglesia, desde los primeros tiempos ocupa el primer lugar el ministerio de los obispos que, a través de una sucesión que se remonta hasta el principio, son los transmisores de la semilla apostólica" (Lumen gentium, 20). C.I.C 1554) "El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de obispos, presbíteros y diáconos" (Lumen gentium, 28). La doctrina católica, expresada en la liturgia, el magisterio y la práctica constante de la Iglesia, reconocen que existen dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo: el episcopado y el presbiterado. El diaconado está destinado a ayudarles y a servirles. Por eso, el término sacerdos designa, en el uso actual, a los obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos. Sin embargo, la doctrina católica enseña que los grados de participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado de servicio (diaconado) son los tres conferidos por un acto sacramental llamado "ordenación", es decir, por el sacramento del Orden: “Que todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo, como también al obispo, que es imagen del Padre, y a los presbíteros como al senado de Dios y como a la asamblea de los apóstoles: sin ellos no se puede hablar de Iglesia” (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Trallianos 3, 1). (C.I.C 91) Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada. Han recibido la unción del Espíritu Santo que los instruye (cf. 1Jn 2, 20. 27) y los conduce “a la verdad completa” (cf. Jn 16,13). (C.I.C 92) "La totalidad de los fieles [...] no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando 'desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos' muestran estar totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral" (Lumen gentium, 12). (C.I.C 93) "El Espíritu de la verdad suscita y sostiene este sentido de la fe. Con él, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio [...] se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre, la profundiza con un juicio recto y la aplica cada día más plenamente en la vida" (Lumen gentium, 12).

domingo, 12 de diciembre de 2010

Tt 1, 2 Con la esperanza de la Vida eterna

(Tt 1, 2) Con la esperanza de la Vida eterna

[2] con la esperanza de la Vida eterna. Esta Vida ha sido prometida antes de todos los siglos por el Dios que no miente,

(C.I.C 2657) El Espíritu Santo nos enseña a celebrar la liturgia esperando el retorno de Cristo, nos educa para orar en la esperanza. Inversamente, la oración de la Iglesia y la oración personal alimentan en nosotros la esperanza. Los salmos muy particularmente, con su lenguaje concreto y variado, nos enseñan a fijar nuestra esperanza en Dios: "En el Señor puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor" (Sal 40, 2). "El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo" (Rm 15, 13). (C.I.C 1404) La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos la Eucaristía "expectantes beatam spem et adventum Salvatoris nostri Jesu Christi" ("Mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo") (Ritual de la Comunión, 126; cf. Tt 2,13), pidiendo entrar "[en tu reino], donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como Tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo, Señor Nuestro" (Plegaria Eucarística III, 116: Misal Romano). (C.I.C 1402) En una antigua oración, la Iglesia aclama el misterio de la Eucaristía: "O sacrum convivium in quo Christus sumitur: Recolitur memoria passionis Eius; mens impletur gratia et futurae gloriae nobis pignus datur" ("¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida; se celebra el memorial de su pasión; el alma se llena de gracia, y se nos da la prenda de la gloria futura!") (Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Antífona del “Magnificat” para las II Vísperas: Liturgia de la Horas). Si la Eucaristía es el memorial de la Pascua del Señor y si por nuestra comunión en el altar somos colmados "de gracia y bendición" (Plegaria Eucarística I o Canon Romano, 96: Misal Romano), la Eucaristía es también la anticipación de la gloria celestial. (C.I.C 1405) De esta gran esperanza, la de los cielos nuevos y la tierra nueva en los que habitará la justicia (cf. 2P 3,13), no tenemos prenda más segura, signo más manifiesto que la Eucaristía. En efecto, cada vez que se celebra este misterio, "se realiza la obra de nuestra redención" (Lumen gentium, 3) y "partimos un mismo pan […] que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre" (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Ephesios 20, 2).

sábado, 11 de diciembre de 2010

Tt 1, 1b Para conducir a los elegidos de Dios a la fe

(Tt 1, 1b) Para conducir a los elegidos de Dios a la fe

[1b] para conducir a los elegidos de Dios a la fe y al conocimiento de la verdadera piedad,

(C.I.C 1542) En la ordenación de presbíteros, la Iglesia ora: “Dio todopoderoso y eterno, […] ya en la primera Alianza aumentaron los oficios, instituidos come signos sagrados. Cuando pusiste a Moisés y a Aarón al frente de tu pueblo, para gobernarlo y santificarlo, les elegiste colaboradores subordinados en orden y dignidad que les acompañaran y secundaran. Así en el desierto, multiplicaste el espíritu de Moisés, comunicándolo a los setenta varones prudentes con los cuales gobernó más fácilmente a tu pueblo […] Así también hiciste partícipes a los hijos de Aarón de la abundante plenitud otorgada a su padre...” (Pontifical Romano: Ordenación de Obispos, presbíteros y diáconos. Ordenación de Presbíteros. Oración de la Ordenación). (C.I.C 1543) Y en la oración consecratoria para la ordenación de diáconos, la Iglesia confiesa: Dios Todopoderoso [...] Tú haces crecer a la Iglesia... la edificas como templo de tu gloria [...] así estableciste que hubiera tres órdenes de ministros para tu servicio, del mismo modo que en la Antigua Alianza habías elegido a los hijos de Leví para que sirvieran al templo, y, como herencia, poseyeran una bendición eterna. (Pontifical Romano: Ordenación de Obispos, presbíteros y diáconos. Ordenación de Diáconos. Oración de la Ordenación).

viernes, 10 de diciembre de 2010

Tt 1, 1a Pablo, servidor de Dios y Apóstol de Jesucristo

Carta a Tito

Tito 1

(Tt 1, 1a) Pablo, servidor de Dios y Apóstol de Jesucristo

[1a] Carta de Pablo, servidor de Dios y Apóstol de Jesucristo

(C.I.C 1539) El pueblo elegido fue constituido por Dios como "un reino de sacerdotes y una nación consagrada" (Ex 19,6; cf. Is 61,6). Pero dentro del pueblo de Israel, Dios escogió una de las doce tribus, la de Leví, para el servicio litúrgico (cf. Nm 1, 48-53); Dios mismo es la parte de su herencia (cf. Jos 13,33). Un rito propio consagró los orígenes del sacerdocio de la Antigua Alianza (cf. Ex 29,1-30; Lv 8). En ella los sacerdotes fueron establecidos "para intervenir en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados" (Hb 5,1). (C.I.C 1540) Instituido para anunciar la palabra de Dios (cf. Ml 2,7-9) y para restablecer la comunión con Dios mediante los sacrificios y la oración, este sacerdocio de la Antigua Alianza, sin embargo, era incapaz de realizar la salvación, por lo cual tenía necesidad de repetir sin cesar los sacrificios, y no podía alcanzar una santificación definitiva (cf. Hb 5,3; 7,27; 10,1-4), que sólo podría ser lograda por el sacrificio de Cristo. (C.I.C 1541) No obstante, la liturgia de la Iglesia ve en el sacerdocio de Aarón y en el servicio de los levitas, así como en la institución de los setenta "ancianos" (cf. Nm 11, 24-25), prefiguraciones del ministerio ordenado de la Nueva Alianza. Por ello, en el rito latino la Iglesia se dirige a Dios en la oración consecratoria de la ordenación de los obispos de la siguiente manera: “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo [...], Tú que estableciste normas en tu Iglesia con tu palabra bienechora. Desde el principio tú predestinaste un linaje justo de Abraham; nombraste principes y sacerdotes y non dejaste sen ministros tu santuario” (Pontifical Romano: Ordenación de Obispos, presbíteros y diáconos. Ordenación de Obispo. Oración de la Ordenación).

jueves, 9 de diciembre de 2010

2Tm 4, 18-22 El Señor me librará de todo mal

(2Tm 4, 18-22) El Señor me librará de todo mal

[18] El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén. [19] Saludos a Prisca y a Aquila, y a la familia de Onesíforo. [20] Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo lo dejé enfermo en Mileto. Apresúrate a venir antes del invierno. [21] Te saludan Eubulo, Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos. [22] El Señor esté contigo. La gracia esté con ustedes.

(C.I.C 1023) Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven "tal cual es" (1Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1Co 13, 12; Ap 22, 4): “Definimos con la autoridad apostólica: que, según la disposición general de Dios, las almas de todos los santos [...] y de todos los demás fieles muertos después de recibir el bautismo de Cristo en los que no había nada que purificar cuando murieron [...]; o en caso de que tuvieran o tengan algo que purificar, una vez que estén purificadas después de la muerte [...] aun antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio final, después de la Ascensión al cielo del Salvador, Jesucristo Nuestro Señor, estuvieron, están y estarán en el cielo, en el reino de los cielos y paraíso celestial con Cristo, admitidos en la compañía de los ángeles. Y después de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo vieron y ven la divina esencia con una visión intuitiva y cara a cara, sin mediación de ninguna criatura (Benedicto XII: DS 1000; cf. Lumen gentium, 49). (C.I.C 1024) Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama "el cielo" . El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha. (C.I.C 1064) Así pues, el "Amén" final del Credo recoge y confirma su primera palabra: "Creo". Creer es decir "Amén" a las palabras, a las promesas, a los mandamientos de Dios, es fiarse totalmente de Él que es el Amén de amor infinito y de perfecta fidelidad. La vida cristiana de cada día será también el "Amén" al "Creo" de la Profesión de fe de nuestro Bautismo: “Que tu símbolo sea para ti como un espejo. Mírate en él: para ver si crees todo lo que declaras creer. Y regocíjate todos los días en tu fe” (San Agustín, Sermo 58, 11, 13: PL 38, 399).

miércoles, 8 de diciembre de 2010

2Tm 4, 9-17 El Señor estuvo a mi lado dándome fuerzas

(2Tm 4, 9-17) El Señor estuvo a mi lado dándome fuerzas

[9] Ven a verme lo más pronto posible, [10] porque Demas me ha abandonado por amor a este mundo. Él se fue a Tesalónica, Crescente emprendió viaje a Galacia, y Tito, a Dalmacia. [11] Solamente Lucas se ha quedado conmigo. Trae contigo a Marcos, porque me prestará buenos servicios. [12] A Tíquico lo envié a Éfeso. [13] Cuando vengas, tráeme la capa que dejé en Tróade, en la casa de Carpo, y también los libros, sobre todo, los rollos de pergamino. [14] Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho daño: el Señor le pagará conforme a sus obras. [15] Ten cuidado de él, porque se ha opuesto encarnizadamente a nuestra enseñanza. [16] Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta! [17] Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león.

(C.I.C 1154) La liturgia de la Palabra es parte integrante de las celebraciones sacramentales. Para nutrir la fe de los fieles, los signos de la Palabra de Dios deben ser puestos de relieve: el libro de la Palabra (leccionario o evangeliario), su veneración (procesión, incienso, luz), el lugar de su anuncio (ambón), su lectura audible e inteligible, la homilía del ministro, la cual prolonga su proclamación, y las respuestas de la asamblea (aclamaciones, salmos de meditación, letanías, confesión de fe). (C.I.C 1155) La palabra y la acción litúrgica, indisociables en cuanto signos y enseñanza, lo son también en cuanto que realizan lo que significan. El Espíritu Santo, no solamente procura una inteligencia de la Palabra de Dios suscitando la fe, sino que también mediante los sacramentos realiza las "maravillas" de Dios que son anunciadas por la misma Palabra: hace presente y comunica la obra del Padre realizada por el Hijo amado.

martes, 7 de diciembre de 2010

2Tm 4, 6-8 Está preparada para mí la corona de justicia

(2Tm 4, 6-8) Está preparada para mí la corona de justicia

[6] Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: [7] he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. [8] Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su Manifestación.

(C.I.C 2473) El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. “Dejadme ser pasto de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios” (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Romanos, 4, 1). (C.I.C 2474) Con el más exquisito cuidado, la Iglesia ha recogido los recuerdos de quienes llegaron hasta el extremo para dar testimonio de su fe. Son las actas de los Mártires, que constituyen los archivos de la Verdad escritos con letras de sangre: “No me servirá nada de los atractivos del mundo ni de los reinos de este siglo. Es mejor para mí morir en Cristo Jesús que reinar hasta los confines de la tierra. Es a Él a quien busco, a quien murió por nosotros. A Él quiero, al que resucitó por nosotros. Mi nacimiento se acerca...” [San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Romanos, 6, 1). “Te bendigo por haberme juzgado digno de este día y esta hora, digno de ser contado en el número de tus mártires [...]. Has cumplido tu promesa, Dios, en quien no cabe la mentira y eres veraz. Por esta gracia y por todo te alabo, te bendigo, te glorifico por el eterno y celestial Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu Hijo amado. Por Él, que está contigo y con el Espíritu, te sea dada gloria ahora y en los siglos venideros. Amén” (Martyrium Polycarpi, 14, 2-3).

lunes, 6 de diciembre de 2010

2Tm 4, 5 Cumple a la perfección tu ministerio

(2Tm 4, 5) Cumple a la perfección tu ministerio

[5] Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu ministerio.

(C.I.C 889) Para mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles, Cristo, que es la Verdad, quiso conferir a su Iglesia una participación en su propia infalibilidad. Por medio del "sentido sobrenatural de la fe", el Pueblo de Dios "se une indefectiblemente a la fe", bajo la guía del Magisterio vivo de la Iglesia (Lumen gentium, 12; cf. Dei Verbum, 10). (C.I.C 891) "El Romano Pontífice, cabeza del Colegio episcopal, goza de esta infalibilidad en virtud de su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral [...] La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el cuerpo episcopal cuando ejerce el magisterio supremo con el sucesor de Pedro", sobre todo en un Concilio ecuménico (Lumen gentium, 25; cf. Vaticano I: DS 3074). Cuando la Iglesia propone por medio de su Magisterio supremo que algo se debe aceptar "como revelado por Dios para ser creído" (Dei Verbum, 10) y como enseñanza de Cristo, "hay que aceptar sus definiciones con la obediencia de la fe" (Lumen gentium, 25). Esta infalibilidad abarca todo el depósito de la Revelación divina (Lumen gentium, 25). (C.I.C 892) La asistencia divina es también concedida a los sucesores de los apóstoles, cuando enseñan en comunión con el sucesor de Pedro (y, de una manera particular, al obispo de Roma, Pastor de toda la Iglesia), aunque, sin llegar a una definición infalible y sin pronunciarse de una "manera definitiva", proponen, en el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que conduce a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. A esta enseñanza ordinaria, los fieles deben "adherirse con espíritu de obediencia religiosa" (Lumen gentium, 25) que, aunque distinto del asentimiento de la fe, es una prolongación de él.

domingo, 5 de diciembre de 2010

2Tm 4, 1-4 Proclama la Palabra de Dios

2Timoteo 4

(2Tm 4, 1-4) Proclama la Palabra de Dios

[1] Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su Reino: [2] proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. [3] Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros [4] que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas.

(C.I.C 703) La Palabra de Dios y su Soplo están en el origen del ser y de la vida de toda creatura (cf. Sal 33, 6; 104, 30; Gn 1, 2; 2, 7; Qo 3, 20-21; Ez 37, 10): “Es justo que el Espíritu Santo reine, santifique y anime la creación porque es Dios consubstancial al Padre y al Hijo [...] A Él se le da el poder sobre la vida, porque siendo Dios guarda la creación en el Padre por el Hijo” (Oficio Bizantino de la Horas. Maitines del domingos según el modo segundo, Antifonas 1 y 2 (“Parakletikés”). (C.I.C 704) "En cuanto al hombre, Dios lo formó con sus propias manos es decir, el Hijo y el Espíritu Santo [...] Y Él trazó sobre la carne modelada su propia forma, de modo que incluso lo que fuese visible llevase la forma divina" (San Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 11). (C.I.C 935) Para anunciar su fe y para implantar su Reino, Cristo envía a sus apóstoles y a sus sucesores. Él les da parte en su misión. De Él reciben el poder de obrar en su nombre. (C.I.C 936) El Señor hizo de San Pedro el fundamento visible de su Iglesia. Le dio las llaves de ella. El obispo de la Iglesia de Roma, sucesor de San Pedro, es la "Cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra" (Cf. CIC canon 331). (C.I.C 937) El Papa "goza, por institución divina, de una potestad suprema, plena, inmediata y universal para cuidar las almas" (Christus Dominus, 2). (C.I.C 938) Los obispos, instituidos por el Espíritu Santo, suceden a los apóstoles. "Cada uno de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares" (Lumen gentium, 23). (C.I.C 939) Los obispos, ayudados por los presbíteros, sus colaboradores, y por los diáconos, los obispos tienen la misión de enseñar auténticamente la fe, de celebrar el culto divino, sobre todo la Eucaristía, y de dirigir su Iglesia como verdaderos pastores. A su misión pertenece también el cuidado de todas las Iglesias, con y bajo el Papa.

sábado, 4 de diciembre de 2010

2Tm 3, 16-17 Toda la Escritura está inspirada por Dios

(2Tm 3, 16-17) Toda la Escritura está inspirada por Dios

[16] Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, [17] a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien.

(C.I.C 111) Pero, dado que la Sagrada Escritura es inspirada, hay otro principio de la recta interpretación, no menos importante que el precedente, y sin el cual la Escritura sería letra muerta: "La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita" (Dei verbum, 12). El Concilio Vaticano II señala tres criterios para una interpretación de la Escritura conforme al Espíritu que la inspiró (cf. Dei verbum, 12): (C.I.C 112) 1. Prestar una gran atención "al contenido y a la unidad de toda la Escritura". En efecto, por muy diferentes que sean los libros que la componen, la Escritura es una en razón de la unidad del designio de Dios, del que Cristo Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su Pascua (cf. Lc 24,25-27. 44-46). “Por el corazón (cf. Sal 22,15) de Cristo ese comprende la sagrada Escritura la quale hace conocer el corazón de Cristo. Este corazón estaba cerrado antes de la Pasión porque la Escritura era oscura. Pero la Escritura fue abierta después de la Pasión, porque los que en adelante tienen inteligencia de ella consideran y disciernen de qué manera deben ser interpretadas las profecías (Santo Tomás de Aquino, Expositio in Psalmos 21,11). (C.I.C 113) 2. Leer la Escritura en "la Tradición viva de toda la Iglesia". Según un adagio de los Padres, Sacra Scriptura pincipalius est in corde Ecclesiae quam in materialibus instrumentis scripta ("La sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos") (San Hilario de Potiers, Liber ad Constantium Imperatorem 9: PL 10, 570; San Jerónimo, Comentarium in Epistulam ad Galatas 1,1 11-12: PL 26, 347). En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la Escritura ("...secundum spiritalem sensum quem Spiritus donat Ecclesiae": Orígenes, Homiliae in Leviticum, 5, 5: PG 12, 454). (C.I.C 114) 3. Estar atento "a la analogía de la fe" (cf. Rom 12,6). Por "analogía de la fe" entendemos la cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación.

viernes, 3 de diciembre de 2010

2Tm 3, 14-15 Tú permanece fiel a la doctrina

(2Tm 3, 14-15) Tú permanece fiel a la doctrina

[14] Pero tú permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido. [15] Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús.

(C.I.C 105) Dios es el autor de la Sagrada Escritura. "Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo". "La santa Madre Iglesia, fiel a la base de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia" (Dei verbum, 11). (C.I.C 106) Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados. "En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería" (Dei verbum, 11). (C.I.C 100) El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiado únicamente al Magisterio de la Iglesia, al Papa y a los obispos en comunión con él. (C.I.C 138) La Iglesia recibe y venera como inspirados los cuarenta y seis libros del Antiguo Testamento y los veintisiete del Nuevo. (C.I.C 140) La unidad de los dos Testamentos se deriva de la unidad del plan de Dios y de su Revelación. El Antiguo Testamento prepara el Nuevo mientras que éste da cumplimiento al Antiguo; los dos se esclarecen mutuamente; los dos son verdadera Palabra de Dios.

jueves, 2 de diciembre de 2010

2Tm 3, 10-13 Los fieles a Dios sufrirán persecución

(2Tm 3, 10-13) Los fieles a Dios sufrirán persecución

[10] Tú, en cambio, has seguido de cerca mi enseñanza, mi modo de vida y mis proyectos, mi fe, mi paciencia, mi amor y mi constancia, [11] así como también, las persecuciones y sufrimientos que debí soportar en Antioquía, Iconio y Listra. ¡Qué persecuciones no he tenido que padecer! Pero de todas me libró el Señor. [12] Por lo demás, los que quieran ser fieles a Dios en Cristo Jesús, tendrán que sufrir persecución. [13] Los pecadores y los impostores, en cambio, irán de mal en peor, y engañando a los demás, se engañarán a sí mismos.

(C.I.C 2847) El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior (cf. Lc 8, 13-15; Hch 14, 22; 2Tm 3, 12) en orden a una "virtud probada" (Rm 5, 3-5), y la tentación que conduce al pecado y a la muerte (cf. St 1, 14-15). También debemos distinguir entre "ser tentado" y "consentir" en la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su objeto es "bueno, seductor a la vista, deseable" (Gn 3, 6), mientras que, en realidad, su fruto es la muerte. “Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres [...] En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado” (Orígenes, De oratione, 29, 15 y 17: PG 11, 541-544).

miércoles, 1 de diciembre de 2010

2Tm 3, 6-9 Ellos también se opondrán a la verdad

(2Tm 3, 6-9) Ellos también se opondrán a la verdad

[6] Así son los que se introducen en los hogares, seduciendo a mujeres frívolas y llenas de pecados, que se dejan arrastrar por toda clase de pasiones, [7] esas que siempre están aprendiendo, pero nunca llegan a conocer la verdad. [8] Así como Janés y Jambrés se opusieron a Moisés, ellos también se opondrán a la verdad: son hombres de mentalidad corrompida, descalificados en lo que refiere a la fe. [9] Pero no irán lejos, porque su insensatez se pondrá de manifiesto como la de aquellos.

(C.I.C 2089) La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. ‘Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos’ (CIC canon 751).