sábado, 20 de diciembre de 2008

Jn 10, 27-33 El Padre y yo somos una sola cosa

(Jn 10, 27-33) El Padre y yo somos una sola cosa
[27] Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. [28] Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. [29] Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. [30] El Padre y yo somos una sola cosa». [31] Los judíos tomaron piedras para apedrearlo. [32] Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?». [33] Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios».
(C.I.C 51) "Dispuso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina" (Dei verbum, 2). (C.I.C 52) Dios, que "habita una luz inaccesible" (1Tm 6, 16) quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (cf. Ef 1, 4-5). Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas.

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